Mexicali y su paisaje: hora de reconciliarnos con el desierto
- Alseide Arquitectura y Paisaje
- Apr 14
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Updated: Aug 29
Mexicali y su paisaje: hora de reconciliarnos con el desierto
Vivo y trabajo en Mexicali, y si hay algo que me duele como arquitecta paisajista es ver cómo tratamos a nuestras plantas.
Aquí —y en tantas otras ciudades de clima árido— todavía no entendemos que el desierto no es un obstáculo… es un tesoro.
A veces pareciera que la jardinería es una batalla contra la naturaleza: cortamos, redondeamos, desmochamos, forzamos a las plantas a encajar en moldes que nada tienen que ver con su forma, ni con su función.

Cuando eliminamos demasiadas hojas, la planta pierde parte de su capacidad para producir energía. Esto la obliga a gastar más agua en regenerar el follaje perdido y, al mismo tiempo, interrumpimos su floración antes de que pueda desarrollarse. Así se crea un círculo vicioso que, con el tiempo, provoca que la planta se debilite y envejezca de manera prematura y además, llenamos bolsas y bolsas de residuos verdes que cuestan tiempo y dinero retirar.


Esto significa que el supuesto “orden” termina saliendo caro. Las cuadrillas de mantenimiento tienen que regresar más seguido, se gasta más en mano de obra y el recibo del agua sube porque las plantas deben rebrotar una y otra vez, lo cual contradice el objetivo de crear jardines sostenibles en regiones áridas.
Una poda correcta respeta la forma natural de la planta, fomenta su salud, ahorra agua y nos regala paisajes que florecen sin estrés.
La mejor opción es cambiar la forma en que pensamos la poda y hacerlo de manera más consciente. Existen técnicas como la poda severa o la poda de rejuvenecimiento que no dañan a la planta, al contrario, le ayudan a renovarse y recuperar su fuerza. Cuando se hacen en la temporada adecuada, no interrumpen la floración y además permiten que el mantenimiento sea mucho más sencillo, pues basta con hacer estas podas un par de veces al año en lugar de estar cortando ramas todo el tiempo.
El beneficio es doble: se gasta menos agua y menos dinero en mano de obra, y al mismo tiempo queda más tiempo disponible para otras tareas igual de importantes, como limpiar el área o revisar que el sistema de riego funcione bien. De esta manera, el mantenimiento deja de ser una batalla contra la naturaleza de las plantas y se convierte en un cuidado más respetuoso y equilibrado con su crecimiento.
Tu cual prefieres?
Si dejamos de luchar contra el desierto y empezamos a diseñar con él, veremos cómo la ciudad puede transformarse con paisajes que cuentan nuestra historia y nos recuerdan que vivir en el desierto no es una limitante, es un privilegio.
Es hora de reconciliarnos con nuestro entorno. Porque el desierto ya nos ofrece belleza… solo tenemos que dejarla crecer.



















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