El desierto fértil y la búsqueda de identidad urbana
- Alseide Arquitectura y Paisaje
- Aug 29
- 3 min read
Cómo una ciudad puede encontrar belleza en el desierto.
Mexicali es una ciudad que habita en un desierto fértil, pero su paisaje urbano no refleja esta riqueza. La planeación actual parece responder más al dominio del concreto y el automóvil que a la necesidad de generar espacios humanos y verdes. Las áreas destinadas a la vegetación se tratan como espacios sobrantes, árboles se plantan solo para cumplir con los requerimientos para permisos de construcción y, en muchos casos, se dejan morir sin recibir el cuidado adecuado.
Esta forma de diseñar, sin una visión integral, ha dado como resultado una ciudad fragmentada y sin identidad clara.

La ausencia de una relación coherente entre la ciudad y su entorno natural es evidente. En lugar de reconocer el valor del desierto fértil y diseñar en función de él, se ha optado por una urbanización que ignora su geografía. Lo que debería ser un paisaje lleno de arboledas, arbustos con flor y espacios sombreados, se convierte en banquetas vacías, estacionamientos dominados por el calor del asfalto y áreas verdes descuidadas.
Este problema no es solo estético, también es social y ambiental. Una ciudad sin identidad repercute en el sentido de pertenencia de sus habitantes, en su calidad de vida y en su bienestar psicológico. Viajar a otras ciudades y percibirlas como “más bonitas” no tiene que ver únicamente con la arquitectura de sus edificios, sino con la forma en que esas ciudades dialogan con su entorno. Lo que embellece una urbe es su capacidad de reflejar su geografía, su historia y su cultura en cada espacio público.
Un Inicio:
Proyecto calle Obregon por Laboratorio de Invencion para la Ciudad (Labici) @labici.ac
Aquí resulta pertinente recordar el concepto de genus loci, o espíritu del lugar. Este principio plantea que toda ciudad tiene un carácter único que debe preservarse y potenciarse a través de su diseño. En Mexicali, ese carácter se encuentra en el desierto fértil, en la capacidad de generar vida incluso en condiciones extremas. Sin embargo, al relegar la vegetación como un elemento secundario, se ha perdido la oportunidad de construir una identidad sólida basada en este potencial.
El cambio de paradigma requiere que la arquitectura y el paisaje trabajen de manera conjunta. No se trata únicamente de plantar más árboles, sino de diseñar con especies adecuadas, planificar arboledas que aporten sombra y dar prioridad a las áreas verdes como elementos estructurales de la ciudad, no como simples adornos. Una ciudad que integra naturaleza no solo es más habitable, también es más resiliente frente al cambio climático y más atractiva para sus ciudadanos y visitantes.
La identidad urbana no es un accesorio, es la base del bienestar colectivo. Una ciudad bella y verde mejora la salud mental de sus habitantes, mitiga los efectos del calor extremo y fortalece el vínculo entre comunidad y territorio. En Mexicali, pensar en el futuro implica reconocer que el verdadero desarrollo no está en multiplicar el asfalto, sino en construir espacios que dialoguen con nuestro entorno desértico.
La tarea es urgente: dotar a la ciudad de un proyecto que asuma al paisaje como protagonista, que reconozca al desierto fértil como fuente de identidad y que construya un espíritu del lugar propio.
Solo así Mexicali podrá dejar de ser una ciudad sin rumbo para convertirse en un ejemplo de cómo arquitectura y naturaleza pueden trabajar en armonía.













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